En todos los hogares hay una fobia, una manía, una afición. Del mismo modo que es fácil ver en la playa unos padres con el mismo bañador que sus hijos, unos nietos con la nariz de los abuelos, también en las costumbres suele haber cierta coincidencia. No somos máquinas de repetición, por supuesto. Cada ser humano es distinto y toma sus propias decisiones. Pero si en casa has mamado una pasión concreta, esta dejará un poso para toda la vida. Si hablamos de una familia motera, ahí van 10 claves para detectarla.
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- 1 – Durante la infancia, las vacaciones siempre se programarán en función del Mundial de Motociclismo. Prohibidas las escapadas a islas desiertas, casas en la montaña o cualquier destino en el que no haya una televisión o wifi a mano. La razón es evidente: de marzo a noviembre hay carreras y bajo ningún concepto la familia se perderá uno solo de los 18 grandes premios de la temporada. Eso incluye los viernes, los sábados y los domingos, porque los entrenamientos también son sagrados. Como mucho, el descanso del mes de julio. En esos años de niñez, si alguien se porta mal no se queda sin helado: se queda sin la Q2 del sábado. Durísimo castigo.
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- 2- Cuando las motos pasen por la ciudad de esta familia, es altamente probable que se les note más tensos, con una sonrisa tonta. Como contando las horas para aposentarse en su curva, la mejor del circuito, en las sillas que han pasado de generación en generación, como los carnets del equipo de fútbol de toda la vida.
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- 3 -Los padres van por la calle saludando a todo el mundo, aunque vivan en una ciudad de tres millones de habitantes. Es lo que tiene salir cada fin de semana en moto, que te acostumbras a saludar a propios y extraños. Hacen lo mismo en el supermercado, pilotando el carrito como si no hubiera mañana y buscando la tracción de las zonas secas.
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- 4 – Cuando van a los parques de atracciones, los reconocerás porque son la familia que en la montaña rusa saca la rodilla y traza las curvas con la cabeza.
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- 5 – Cuando paran en una estación de servicio, y mientras se les suministra combustible, ponen las manos en posición de jarra y miran la moto, como pensando qué podría mejorar la prestación de su máquina. El joven que les atiende les mira sin entender nada.
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- 6 – Es habitual ver al padre motero en un semáforo hablando con la moto, como si fuera su bebé de 100 kilos. Es mejor no decirle nada porque está en un momento muy intimo. Profundamente familiar. También es normal que le pongan nombre y que se dirijan a ella con absoluto mimo y respeto. Porque la moto nunca les ha fallado.
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- 7 – El motero auténtico aprovechará los semáforos para acariciar el depósito. La versión rumbera de esta actitud es marcarse unos ritmos de percusión. Pero siempre suaves: nada de golpes, tienen que ser como caricias. También es importante la postura cuando se espera el verde. Hay quien mantiene un pie en el estribo o sujeta el manillar. Ellos no. Tienen muy nítida la imagen de antes de la carrera, con los pilotos en la parrilla de salida. Espalda recta, los dos pies en el suelo y concentración absoluta. En cualquier momento se pondrá verde.
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- 8 – La familia motera también tiene fotos en casa. Pero nada de bodas, bautizos y comuniones. En esa pared, la primera vez que Ricardito se subió a una ‘pocket bike’ en el Jarama. En aquella, el primer día que Martita montó en los caballitos y eligió una réplica en chiquitín de la moto del equipo Repsol Honda que pilotaba Mike Doohan. Ahí en la librería, la noche en la que papá cenó en el mismo restaurante que Álex Crivillé y se hicieron una foto juntos. Y en la mesilla de noche, mamá con Dani Pedrosa y Marc Márquez la tarde que fue a verlos a un acto promocional. Si te invitan a un fin de año o estás en su casa cuando llega una buena noticia, no te sorprenda si te bañan en cava. No es nada personal.
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- 9 – La familia motera que pasea por la ciudad termina por protagoniza un gran premio de manera involuntaria. Van uno al lado del otro, en total harmonía, pero cuando saben que se acerca una curva, se hace el silencio y se preparan. Papá suele andar más rápido, pero el hijo pequeño es correoso y coge el interior. La hermana espera en el exterior para cerrarse. Pero es mamá la que viene de atrás aprovechando el rebufo y traza el giro en primera posición. El resto de peatones les mira entre la inquietud y la risa. Mamá hace ese ruido con la boca, como imitando un gentío que la anima a sus pies mientras descorcha el cava.
- 10 – Todos los miembros tienen su propio casco; personalizado. Lo cuidan como si les fuera la vida en ello. Los tienen en la entrada, ordenados, como los osos de la casa de Ricitos de oro. También tienen perro. Tendrá nombre de circuito o de piloto mítico: Jarama, Mamola, Tormo o Calafat.