Los Blood Bikers son mensajeros voluntarios que transportan cualquier artículo sanitario siempre y cuando les quepa en el cofre y lo puedan llevar de manera segura de un punto a otro. Además de ayudar, cada año le ahorran al Estado cientos de miles de libras esterlinas. Y lo hacen por pura solidaridad. Y, claro, porque les encanta ir en moto. Esta es su historia.
Bolsas de sangre, leche materna, medicinas, vacunas, pruebas de rayos X…, estos héroes anónimos realizan un curso de formación antes de empezar a operar. El hecho de que se muevan en moto les ayuda a que realicen el servicio de la manera más rápida posible, ya que se les permite, desde hace un par de años, saltarse los semáforos en rojo, siempre y cuando no superen la velocidad máxima permitida.
Existen 31 grupos repartidos por todo el territorio y un total de 2.700 voluntarios. Todos ellos conforman la Nationwide Association of Blood Bikes, y en el último año han realizado 56.134 salidas, 154 diarias. En el 2015, estos motoristas transportaron el 1,32% de las unidades de sangre que fueron de un lugar a otro del Reino Unido. Parecerá poco, pero fueron 29.300 bolsas.
Se les puede ver durante el día, pero suelen actuar de noche, cuando los servicios públicos sanitarios funcionan con lo mínimo. También se emplean a fondo los fines de semana y los festivos. Aunque sea el día de Navidad, mientras tienen a toda la familia alrededor de la mesa, si cualquiera de ellos recibe una llamada, dejan el plato a medias y se calzan el mono amarillo. Es uno de las mayores virtudes de estos moteros: su capacidad de adaptarse y de responder de inmediato a cualquier necesidad.
Pueden usar sus propias máquinas, pero lo habitual es que utilicen motos debidamente logotipadas, con la palabra ‘blood’ en el frontal. Los pilotos las guardan en casa, pero no son de su propiedad. Pertenecen a su club, que es el encargado de ponerlas a punto y de instalarles la característica luz azul que solo se usa en casos de urgencia y advierte al resto de vehículos de que deben despejar el camino.
Todo empezó en 1962 cuando Margaret Ryerson formó, junto a su marido, la asociación Surrey ‘s Emergency Volunteer Service, que ya ponía motos anónimas a disposición del sistema público de sanidad. En 1969 nació un servicio similar de la mano de Des Gibbons. Lo llamaron Freewheelers. Ninguno de los dos sigue operativo, pero fueron brotando otros clubs hasta alcanzar la cifra actual de 31 que conforman la gran familia de ‘blood bikers’.
Ah, por si no ha quedado claro, este acto es totalmente solidario y sin ánimo de lucro. Ninguno de los hombres y mujeres que forman esta comunidad percibe un solo euro por sus horas de dedicación. ¡Son todo un ejemplo a seguir, digno de admiración!
Foto cabecera: Chris Sampson