Hablar del diseño de circuitos de velocidad es hablar de Hermann Tilke. Este alemán de 64 años, ingeniero civil de profesión, es el padre intelectual de muchos de los trazados que nos hacen vibrar cada domingo. Es el hombre al que todos recurren cuando hay que crear un circuito nuevo o, sobre todo, cuando es hora de mejorar y actualizar uno que ha quedado desfasado. Pero si nos referimos exclusivamente a MotoGP, se impone citar a Jarno Zaffelli, un italiano de 42 años responsable de muchas de las modificaciones en circuitos que han permitido en los últimos años vivir algunos de los mundiales de motos más espectaculares de todos los tiempos. Pero también aquí tenemos grandes especialistas en la materia, como Jaume Nogué, creador, entre muchos otros, del circuito de Montmeló. Esta es la historia de los profesionales que sentaron las bases para que hoy disfrutemos como niños del mundo del motor.
Por eso Hermann Tilke ha dibujado cerca de 70 circuitos en todo el planeta, porque nadie como él ha sabido interpretar el maridaje entre espectáculo y seguridad, entre negocio y fantasía. Creó su propia empresa a principios de los 80, y suyos son los diseños, entre muchos otros, de Sepang, Las Américas, Motorland Aragón, Sachsenring, Yas Marina, Bahrein, Istanbul Park. También ha pincelado trazados en Korea, China o Rusia, sin olvidar los circuitos urbanos de Bucarest, Hanoi o Nueva York. Este ingeniero alemán, sin embargo, no se ha salvado de las críticas: son muchos los que creen que sus circuitos están demasiado cortados por el mismo patrón, con una recta larguísima y con pocas opciones para los adelantamientos. También se le reprocharon las zonas asfaltadas de escape; demasiado largas para algunos. Él respondió recordando que esto no solo está pensado para equipos profesionales, ya que si un ‘amateur’ se sale de la pista con su Porsche 911 Carrera en una visita de aficionados, querrá un pasillo interminable para no destrozar su coche. Es decir, una cosa es el presupuesto de MotoGP y Fórmula 1 y otra muy distinta son las personas que acuden a rodar con sus propios vehículos.
Lo de diseñar circuitos es mucho más complicado de lo que parece. Aunque el dibujo pueda ser lo más fácil, porque en la mayoría de ocasiones, el creador tiene el trazado en la cabeza, luego hay que tener en cuenta un montón de detalles. Por eso de la primera idea a lo que termina siendo, a menudo hay un trecho importante. Y no solo por las cuestiones de seguridad, por la obligación de garantizar las zonas de escape o el radio de curva suficiente para que la trazada sea espectacular y con los mínimos riesgos posibles. También por la colocación del público, porque si pagan una entrada, merecen una visión lo máximo de panorámica posible, y porque en ese misma asfalto se van a celebrar pruebas de muy distinto formato. Pueden circular motos, pero también coches, camiones e incluso bicicletas. No olvidemos que un circuito es, además de un hacedor de sueños, un negocio. Buen ejemplo de ello es Montmeló, que consigue mantenerse activo casi todos los días del año.
Si hablamos estrictamente de motos, el rediseño de circuitos tiene nombre italiano: Jarno Jaffelli. Su obsesión es la seguridad, hasta el punto de crear simulaciones de caídas sobre distintas superficies para calibrar cuál es la mejor opción para que los pilotos, cuando pierden el control de sus motos a gran velocidad, sufran los mínimos daños posibles. De todo ese conocimiento acabó brotando el simulador DroCAS, que permite conocer el alcance de todos los posibles riesgos que corren los motociclistas en un circuito determinado. Por eso hoy es uno de los hombres de confianza del Mundial cuando toca actualizar un trazado. Como el británico de Silverstone, que acaba de firmar su renovación con el Campeonato hasta el 2021 y acaba de fichar a Jarno para que se encargue del reasfaltado.
También en casa tenemos a buenos especialistas en la materia, como Jaume Nogué, creador de una docena de trazados. Además de Montmeló, ha esculpido circuitos en Navarra, Bilbao, Huesca y Valencia, y en su cartera internacional tiene trabajos en Argentina, Rusia e Isla Mauricio. “Cuando diseñaba un circuito, lo primero que hacía era imaginarme corriendo en él”, suele decir este ya veterano ingeniero, nacido en Barcelona en 1945. Es lo que tiene haber sido piloto ‘amateur’, que te da esa visión empática de las carreras. Por eso cuando los tenía terminados, el primero en probarlos, tanto en coche como en moto, era él. Experimentar en primera persona lo que había imaginado, primero con la cabeza y luego con el ordenador, era la prueba definitiva de que el trabajo estaba bien hecho.
Sentir el viento en la cara en un circuito al que todavía no le han quitado el precinto. Pocas sensaciones deben ser tan maravillosas.