Se acaba la temporada. Los pilotos y los equipos bajan el telón; borrón y cuenta nueva a la espera de otra campaña que ha de venir cargada de ilusiones renovadas y nuevo material. Las motos empleadas quedan en un rincón. Claro, eso se lo pueden permitir los más pudientes, porque hay mucha formación privada en las categorías inferiores que con frecuencia recicla y adapta las motos de una temporada para la siguiente. A todos les gustaría estrenar moto cada año, pero no siempre se puede. En MotoGP es diferente, porque es una categoría sometida a constante renovación. ¿Qué destino tienen las motos de MotoGP una vez que concluye un campeonato?
En el pasado se solían reciclar, vendiendo o alquilando a equipos privados el material oficial de la temporada precedente. Muchas otras veces, las motos que finalizaban su actividad pasaban a ser modelos de exposición en las ferias motociclistas, lo que a veces dio pie a determinada picaresca.
El caso más notable fue el de una unidad de la Honda RC166, la 250 de seis cilindros con la que Mike Hailwood fue campeón de 250 en 1966 y 1967. En febrero de 1968, Honda anunció su retirada, y ofreció a Hailwood un sustancioso contrato para que dejara también el Campeonato del Mundo, ofreciéndole además varias unidades de sus motos campeonas para que compitiera en pruebas internacionales, con las que obtuvo importantes ganancias. Pero en 1969, aquellas prodigiosas máquinas terminaron arrinconadas. O eso pensaban en Japón…
Un ejemplar acabó en los cuarteles de Honda Alemania como moto de exposición para los salones motociclistas europeos. Sin embargo, sin saberse muy bien cómo, aquella 250-6 cilindros apareció en los entrenamientos del Gran Premio de Alemania de 1969, en Hockenheim, pilotada por el privado Gerhardt Heukerott, un desconocido piloto alemán, que se las apañó para persuadir a los responsables de Honda Alemania para que le cedieran la moto.
La aventura acabó mal, porque tan sofisticada moto necesitaba un delicado mantenimiento, y terminó sufriendo una avería que no le permitió salir en carrera. Después se le perdió la pista, como a tantas motos de la época. Algunas podemos contemplarlas en el Museo Honda del Twin Ring Motegi; otras han terminado en manos de coleccionistas.
Subastas y colecciones
A veces, con las motos de carreras sucedían cosas de lo más curiosas. Hace unos meses fue subastada la Benelli 250/4 con la que Kel Carruthers ganó el Mundial de 250 en 1969. La historia de esta moto es de lo más rocambolesca. Esa fue la última temporada que se pudo emplear esa configuración mecánica debido a un cambio de reglamentación, así que el destino de la moto era la colección particular de los Benelli.
Sin embargo, cuando la marca fue adquirida por el Grupo De Tomaso en 1972, Marco Benelli, uno de los hijos de Giuseppe Benelli, fundador de la empresa, sacó el motor de la moto para usarlo en su propia moto de calle… Insólito. Posteriormente, todo el material, motor y chasis, fue recuperado por Giancalo Morbidelli y la moto fue restaurada en el Museo Morbidelli, pero tras su desmantelamiento hace dos años ha terminado subastada en Bonhams, una de las principales casas de subastas del mundo.
Esto de conservar motos campeonas era una costumbre que tenía recogida Ángel Nieto, en ocasiones por contrato. Siempre se quedó con una unidad de las motos con las que conseguía ser campeón, creando una valiosa colección. Incluso en una ocasión, convenció al commendatore Minarelli en el mismo podio tras proclamarse campeón. “Sabía que si se lo pedía en ese momento no me lo podría negar”, confesó Nieto en una ocasión. Y así fue. La Minarelli 125 es una de las joyas de la colección de nuestro añorado “12+1”.
Actualidad en MotoGP
También se daban casos en los que después de conservar algunas unidades para distintos usos, otros ejemplares eran destinados al desguace, aunque esta práctica ya no se emplea. Ya no están los tiempos para tirar nada, y tan importante como un buen diseño es una economía de costes. Hay que tener en cuenta que en MotoGP cada piloto dispone de dos unidades –no así en Moto2 y Moto3, donde solo tienen una moto por cuestión de ajustar gastos–, y que además de los pilotos que compiten en el campeonato, todos los fabricantes disponen de un equipo de pruebas que también cuenta con diverso material y trabaja con diferentes unidades: motos de la temporada pasada, motos actuales, prototipos…
Por ejemplo, en Honda, las motos de una temporada sirven de base de evolución para la de la siguiente temporada, y se trabaja sobre ella. En el pasado se empleaban esas motos como material para el equipo satélite de la marca, pero desde la pasada temporada esto ya no sucede porque Honda está construyendo unidades idénticas tanto para el equipo oficial como para el equipo satélite. Las motos que ya no se emplean tiene diferentes destinos: se envían a Japón para diversos eventos, o se entregan a patrocinadores, como Repsol, en cuya sede central de Madrid luce una rica colección de motos campeonas en el Mundial de 500 y MotoGP.
En Ducati, aprovecha mucho material para preparar el de la siguiente campaña. Como vemos, la vida útil de una moto llega a prolongarse fácilmente por espacio de dos e incluso tres temporadas dependiendo de las necesidades del fabricante y sus compromisos con sus equipos satélite.
Pero llega un momento en que las motos dejan de utilizarse. ¿Qué se hace con ellas? “Depende de los contratos de leasing con los equipos independientes”, cuentan desde Ducati. “Algunas motos vienen actualizadas y se reutilizan para la siguiente temporada, otras se venden a coleccionistas y una siempre acaba en el Museo Ducati”.
Y cuando la vida útil de las motos llega a su fin, ¿qué se hace con ellas? “Algunas se convierten en motos del equipo de pruebas, otras se destinan al banco de potencia, y otras se convierten en motos de exhibición”, asegura Ken Kawauchi, director técnico de Suzuki en MotoGP. En definitiva, se aprovecha todo.
A finales de 2018 KTM tuvo una curiosa iniciativa: vender dos unidades de su RC 16, su MotoGP. Era la primera ocasión en la que un fabricante ponía a la venta en público dos genuinas motos de MotoGP. Ya en el pasado Ducati había puesto al alcance de coleccionistas algún ejemplar de sus motos, pero KTM le dio una nueva dimensión al hecho de vender de una forma tan pública y abierta, a quien se lo pudiera permitir, una moto de carreras. Y no una moto cualquiera, nada menos que una MotoGP. Además, la oferta incluía un set completo de equipamiento firmado por el piloto (casco, mono, guantes y botas), y la posibilidad de compartir con el equipo un Gran Premio en el mismo box de la escudería. Y todo por “solo” 250.000 euros.
Desde luego que es una cifra importante, pero al menos es una primera referencia práctica para medir el valor de estas motos únicas y exclusivas, dignas de un museo, y que no se merecerían otro destino menos noble que este.