La Honda Motocompo nace de un planteamiento muy original: no es común diseñar un automóvil “desde dentro hacia fuera”. Normalmente, sus líneas principales se dibujan de acuerdo al aspecto o tamaño exterior previamente definido por los diseñadores.
No fue el caso del pequeño coche Honda City, cuyo maletero fue diseñado en especial para albergar en su interior una pequeña motocicleta plegable, la Honda Motocompo.
La Motocompo fue creada para satisfacer las acuciantes necesidades de movilidad en las ciudades japonesas.
Aunque parecía un juguete, pretendía solucionar el problema de acceso a los centros urbanos.
Para ello bastaba sacarla del maletero del automóvil, y después desplegar su manillar, sus pedales, y su tija de asiento sin ninguna clase de herramienta y sin ningún tipo de esfuerzo.
Estos elementos se encajaban en el interior del carenado plástico rectangular, de manera que la Motocompo presentaba un aspecto final en forma de “caja”.
Sus dimensiones de 1.185 mm de largo por 240 mm de ancho y 540 mm de alto encajaban como un guante en el espacio de carga disponible en un utilitario.
Presentada en 1981 como “accesorio” de los modelos de coche Honda City y Today, las estimaciones iniciales de la marca para el mercado japonés eran vender 8.000 coches modelo City dotados de origen con una unidad de Motocompo.
A ello debían añadirse otras 2.000 motocicletas, destinadas a ser vendidas de modo separado, hasta sumar un total de 10.000 Motocompo mensuales.
Sin embargo, mientras que el City sobrepasó las expectativas previstas, de la Motocompo se vendieron un total de 53.369 unidades hasta el final de su producción en 1983.
Aquella “moto de maletero”, que también podríamos calificar como “vehículo de apoyo o emergencia”, contaba con un sistema antirrobo propio.
Un largo cable de acero de grueso calibre se guardaba en el lateral izquierdo de la carrocería.
Su motor, un dos tiempos de 49 cc. Con apenas 2,5 CV a 5.000 rpm, era suficiente para llevar al conjunto formado por el Motocompo y su conductor a 45 km/h.
Vendido en rojo, blanco o amarillo, su peculiar estampa llenó de color no solamente las atiborradas calles niponas: también se hizo popular en ciudades europeas como Londres.
No era especialmente cara: ya fuera en Europa, o en el propio Japón, los usuarios de las Motocompo podían sacarlas de los maleteros de sus coches, abrir el grifo de la gasolina, y darle al pedal de arranque por el equivalente a algo menos de 300 euros de la época.
¿La habéis visto alguna vez en directo? ¿Qué os parece la idea? Esperamos vuestros comentarios.
Foto cabecera: Morio | Wikimedia