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Qué bonito es viajar. Y qué maravilloso es descubrir el mundo en moto. Y menuda gozada es hacerlo en pareja. Sentir el viento en la cara y las manos de tu media naranja en la cintura; ¿hay algo mejor? Seguramente no, pero si te vas a animar a comprar una motocicleta para escapar de la rutina, ten en cuenta que no vale cualquier cosa.
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Lo primero que debemos tener claro, aunque sea una obviedad, es que vamos a pasar muchas horas encima de la moto. Eso nos lleva a lo primero y más importante: la comodidad, con permiso de la seguridad, por supuesto. Cuando estás delante de una ‘touring’, lo primero que llama la atención es la posición relajada del piloto. Eso ya es un gran reclamo, porque parece que estés en el sofá de casa. Pero luego está lo que el ojo no ve, todas las prestaciones que hacen de esta máquina un compañero de escapada ideal, fiable y seguro. Y no nos referimos solo a las maletas, obligatorias en estos modelos, porque esto no es una salida de un día que te permite llevar una mochila motera en la espalda.
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Vaya por delante que hay grados de tecnología, y que cuanta más incorpore la máquina elegida, mayor será la factura. Por eso es importante, antes de decidirse, saber hasta qué punto vamos a darle el uso para el que fue fabricada. Acelerador electrónico, distintos modos de conducción (eco, sport…), marcha atrás, radio; por no hablar del sistema ABS que evita el bloqueo de las ruedas o la pantalla digital que te permite conectar el teléfono móvil. La paleta de extras es infinita, y está pensada tanto para el que pasa el verano sobre la moto recorriendo miles de kilómetros por Europa como para el que solo se aventura a salir algún que otro fin de semana largo.
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Esta oferta tan amplia y variada obliga a patearse las tiendas de motos y a consultar foros moteros. Pero si hay una ‘touring’ que ha marcado el camino, ha sido sin duda la Gold Wing de Honda. Al margen de ser la moto más lujosa de la marca japonesa, fue también pionera en el arte de convertir un vehículo de dos ruedas en compañero infalible con el que recorrer grandes distancias. Tenemos que remontarnos a 1974 para conocer los orígenes de esta inigualable motocicleta: la GL 1000, que no empezaría a comercializarse hasta el año siguiente. Era un modelo sin carenado, ni pantalla, ni alforjas; de 1.000cc, refrigeración líquida y cuatro cilindros colocados de manera horizontal. Hubo un prototipo anterior que marcó las líneas, la M1, obra de Soichiro Irimajiri, diseñador de los motores Honda de competición de los años 60, pero fue la GL la que realmente inició una nueva era.
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La primera Gold Wing con carenado fue la Goldwing Interstate -las anteriores, de estética ‘naked’, poco tenían que ver con la apariencia actual- llegó en 1980. También incorporaba maletas y baúl trasero. Y, como extra, equipo de sonido, que ya se ha convertido en un elemento inconfundible. ¿Quién no ha coincidido en un semáforo con una de estas maravillas y se ha preguntado de dónde demonios sale esa música? Con el paso de los años llegaron el ordenador de a bordo, los motores de seis cilindros y hasta 1.800cc, el airbag (el primero del mundo instalado en una moto) y las líneas cada vez más redondeadas. Hasta llegar al 2018, cuando se ha vuelto a renovar respetando siempre el espíritu fundacional.
Ahora ya sabes un poco más sobre las motos para viajar y sobre su modelo más legendario. Solo te queda lanzarte a la piscina y salir pilotando tu propia ‘touring’.
Foto cabecera: Pixabay