Algunas de las grandes empresas tecnológicas se gestaron en garajes llenos de trastos. Esos jovencitos que pasaron la pubertad entre chips, pantallas y teclados convirtieron el aparcamiento de sus padres en el embrión de grandes negocios. Pero en ese espacio polvoriento no solo se crearon ordenadores y ‘software’. También sirvieron para algo mucho más lógico: construir motos. Es el caso que nos ocupa hoy, pues los protagonistas de esta historia, los ideólogos de Nozem Amsterdam, empezaron a diseñar máquinas de dos ruedas a los 16 años.
A finales de los años 50 y durante la década de los 60, en los Países Bajos brotó una nueva banda juvenil.
Eran fácilmente reconocibles: chupa de cuero, pantalones vaqueros, pelo engominado. Pero sobre todo, se les distinguía por su debilidad por las motos. Iban sin casco, circulando sin excesivo cuidado y con ademán malote. Esta pandilla, contestataria, rebelde y a menudo problemática, recibió el nombre de ‘nozem’. El concepto se atribuye al periodista y cineasta Jan Vrijman, que en aquellos años se dedicó a retratar y explicar las vicisitudes de estos indomables moteros.
Delano Limoen, Lorenzo Pinto y Daniel Marchant tomaron prestado el nombre de aquella cultura para crear este proyecto vinculado a las motocicletas. No vivieron aquellos años en primera persona, pero como suele suceder con cualquier movimiento social, los ‘nozem’ dejaron un halo, una esencia en el ambiente holandés, y pasaron a formar parte del imaginario colectivo. Estos tres artistas han sido capaces de fusionar el diseño gráfico, el dibujo y la ingeniería para dar a luz a unas máquinas que parecen esculpidas sobre una sola pieza de hierro. Y tiene mérito, porque no son modelos que partan de cero.
Hasta la fecha han creado cinco motos en las que son reconocibles trazos de otras firmas, como Honda, Harley-Davidson, BMW o Yamaha. Todos los diseños coinciden en un mismo toque ‘custom’, adaptado a todos los gustos. Sus ‘padres’ las han dotado de un tanque de gasolina ligeramente elevado, asientos de cuero, la suspensión delantera rebajada y unos colores elegidos con excepcional gusto. En resumen: la moto que cualquier quisiera en su garaje.
La Nozem CX500 por ejemplo, tiene un cierto aire a la moto homónima de Honda, pero con el toque único de estos tres jóvenes holandeses. La serie CX fue creada por la firma japonesa a finales de los años 70 y aunque en la propuesta de Nozem es prácticamente irreconocible, mantienen la misma base de la ‘moto madre’. Limoen, Pinto y Marchant fueron eliminando y añadiendo piezas hasta obtener su propia versión de este clásico de Honda. La luz delantera, por ejemplo, la sacaron de un todoterreno de la marca Jeep. Quizás sea este el detalle que más ayuda a entender hasta qué punto estos chicos personalizan sus proyectos. El botón de encendido es otro buen ejemplo: lo colocaron debajo del asiento para que el manillar quedara completamente desnudo, como a ellos les gusta. Todo, con esa mirada minimalista que destilan todas las propuestas de estos tres reyes de la customización.
Foto de cabecera: Nozem Amsterdam