Me encantan las carreras de velocidad y sigo el Campeonato del Mundo desde 1987, cuando los pilotos españoles ganaban carreras en 80, 125 y 250 cc, pero no podían soñar siquiera con terminar entre los diez primeros en 500. Pero el título mundial de Álex Crivillé en la clase reina en 1999 cambió el motociclismo español para siempre.
Me llamo Luis y casi siempre he vivido en Madrid. Cuando comencé a seguir las carreras de MotoGP, que entonces se llamaba 500, Alex Crivillé era un piloto de nueva generación, sólo dos años mayor que yo, en el que un montón de adolescentes nos fijamos entonces.
Crivillé había ganado el Criterium Solo Moto pilotando una Honda MBX 75, la misma moto que miles de chavales usábamos para ir al colegio. Después había corrido con Derbi el Campeonato de Europa de 80, no tardó en aparecer en el Mundial como invitado de la marca española.
Su rebeldía al desobedecer las órdenes de equipo en Derbi en 1988 le llevó a ser despedido al año siguiente, algo que los seguidores de Crivillé vimos como un acto de valentía, una genial falta de respeto al orden establecido.
Le vimos ganar el Mundial de 125 al primer intento en 1989, a los 19 años, batiendo el récord de precocidad en el Campeonato del Mundo. En su etapa en 250, a pesar de que los resultados no fueron tan buenos, sus seguidores no dejamos de apoyarle.
La gran noticia llegó al final de 1991, cuando se anunció que Álex iba a correr ¡con Honda en 500! Aquello lo cambió todo. Trasnochamos para verle subir al podio en su tercera carrera, en Malasia, y poco después logró su primera victoria en Holanda. Crivillé estaba lanzado en 500, algo simplemente impensable para un piloto español sólo unos años antes.
En 1994 le vimos dar un nuevo paso adelante en su evolución, siendo el primer español que formaba parte del equipo de fábrica de un fabricante japonés; y Honda, nada menos.
En 1995 fuimos testigos del nacimiento del Equipo Repsol Honda, donde Crivillé afianzó su posición como piloto de fábrica junto a Michael Doohan, el mejor piloto de la época.
En los años siguientes, Crivillé ganó inolvidables carreras mano a mano contra Doohan y en 1998 llegaron incluso a tres carreras del final de temporada jugándose el título de 500 entre ellos. Pero todavía no era el momento de Crivillé en 500.
En 1999, tras la lesión que apartó a Doohan de las carreras, Crivillé ganó de nuevo en Jerez ante el público español y aparecía como uno de los posibles candidatos al título.
Sin duda, para cualquier gran seguidor de Crivillé y las carreras de 500, quizá el recuerdo más potente pertenezca al Gran Premio de Cataluña de ese mismo año.
Ante la ausencia de Doohan, Crivillé tomó el mando ganando de forma consecutiva las cuatro siguientes carreras en Jerez, Le Mans, Mugello y el Circuit de Barcelona-Catalunya.
En Barcelona ya dominaba holgadamente la clasificación provisional y en la última vuelta parecía que otro piloto del Equipo Repsol Honda, Tadayuki Okada, era ya inalcanzable.
Pero Crivillé rodó al límite sin necesitarlo para neutralizar esa ventaja y ganar su cuarta carrera seguida, y además en casa ante el público catalán. En ese preciso instante todos supimos que el ansiado título de 500 llegaría por a fin a manos de un piloto español.
Los meses siguientes pusieron a prueba los nervios de todos los seguidores de Crivillé pero, cuando se aseguró matemáticamente el título en Brasil, la misión quedó cumplida. Álex Crivillé era campeón del mundo de 500 de 1999.
Para los entusiastas españoles de las carreras de velocidad la vida resultó, desde ese día, un poco más feliz.