Cuando eres muy fan de las motos, es habitual que sigas el Mundial de MotoGP. Sabes qué circuitos se les da mejor a unos pilotos u otros. Conoces muchos datos técnicos que para el resto de mortales carecen de importancia. Incluso es muy probable que frecuentes los circuitos con la esperanza de conocer a tus ídolos de cerca algún día.
Y al fin, ese día llega. No sabes muy bien como ha sucedido, pero estás dentro del box del Equipo Repsol Honda.
Callado, como si estuvieras en un lugar sagrado, observas lo que sucede a tu alrededor. Todo va muy deprisa; los técnicos trabajan a una velocidad imposible de imitar, cuesta no perderse algo de lo que pasa. Alucinas con como en menos de un minuto desmontan los carenados de la moto de Marc y Dani.
Está todo controlado, cada uno se encarga de su labor y todos se mueven compenetrados, como si de una coreografía se tratase. Verlo por la tele es una cosa, pero aquí dentro se vive, y no hace falta decir que eso es otra muy distinta.
En el lado izquierdo del box está sentado Dani observando cómo le ajustan su moto. Le hacen una señal: una mirada. Una mirada de su jefe de mecánicos basta para que se levante. Sube a la moto, la arrancan mientras otro de los mecánicos la sujeta por la parte frontal y sale a toda velocidad; por cierto, mucho más rápido de lo que podías imaginar. Ya está fuera, pero aún se oye el rugir del motor con el limitador de velocidad activado. El corazón se te acelera ¡pero no te puedes mover! paralizado y con la piel de gallina te quedas mirando el vacío por el que acaba de desaparecer la moto en un momento.
El técnico de neumáticos anota en su bloc unos números. Se lo muestra a uno de los mecánicos de Marc y éste sonríe, no hay tiempo para hablar, y no hablan. Se entienden con gestos, casi diría que es intuición.
El espacio es más pequeño de lo que creerías, no hay herramientas por el suelo. Todo está en su sitio y no hay lugar para la improvisación, la precisión y profesionalidad son máximas.
Es todo tan ordenado y certero que tienes la sensación de estar dentro de un videojuego de realidad virtual. Parece un sueño, y en el fondo lo es, pero es un sueño hecho realidad.