Para todos resulta de lo más habitual encontrarnos en el paddock de MotoGP con esos camiones y sus carpas destinados a ofrecer servicios de restauración a equipos, patrocinadores y proveedores del Campeonato. Los hospitalitys son ya un elemento común de las carreras, aunque su presencia se ha generalizado especialmente en las dos últimas décadas. Los primeros surgieron para dar servicio a los propios equipos, pero enseguida los patrocinadores entendieron que ofrecer a sus clientes e invitados una comida en el paddock es un recurso enormemente reconocido y agradecido por todos.
Repsol inauguró el suyo en 1995, cuando inició su alianza en la categoría reina junto a Honda. Era una carpa que, en el fondo, ejercía de centro social; un punto de reunión en el corazón del circuito donde periodistas, invitados y el equipo de Repsol en las carreras podían desayunar y comer. Además, permitió entablar y fortalecer las relaciones con los diferentes estamentos del campeonato, desde organización a proveedores, ya fuera en una sala de reuniones o de forma más distendida, comiendo o tomando un refresco.
En las dos últimas décadas, el papel del hospitality se ha definido mucho más. Actualmente dan servicio a multitud de invitados y periodistas durante un fin de semana de Gran Premio, y allí pueden disfrutar con toda la comodidad imaginable de extraordinarios menús cuidados al detalle. Nada tienen que envidiar de un buen restaurante, porque en el fondo no hay diferencias. Bueno, sí, que el hospitality va sobre ruedas y cada quince días se traslada por los distintos circuitos de Europa.
Productos de proximidad
Para saber cómo es el trabajo de restauración en los circuitos, nadie mejor que Javier García, quien está al frente del hospitality de Repsol, y gestiona junto a su equipo la complejidad que requiere un montaje tan importante como este.
La realidad es que ofrecer un servicio de restauración de estas características difiere poco respecto a lo que sucede en un restaurante. «En primer lugar, lo que buscamos al elaborar los menús es que haya una amplia variedad gastronómica. El menú lo concretamos con el cliente, en este caso Repsol, en cada carrera. Varía en cada Gran Premio, de forma que no se repita un plato durante la temporada. Y nos gusta trabajar con producto de proximidad. Por ejemplo, si vamos a Jerez, tienen que estar representados en el menú los langostinos de Sanlúcar, o en Aragón no falta el melocotón de Calanda, o el cordero de la zona. Diseñamos nuestros menús con un técnico sanitario que nos revisa todos los procesos y verifica todo lo relativo a alérgenos, gluten y demás intolerancias, que nosotros debidamente se lo comunicamos al comensal. En cuestiones dietéticas, se trabaja de otra manera ya que los menús no están concebidos para los pilotos directamente, que son los que más se cuidan en esa cuestión».
Todos los menús se elaboran in situ, no hay elementos precocinados: «En nuestras instalaciones recibimos las materias primas que servirán para acabar los menús in situ, y lo único que se prepara son las bases, salsas y cosas así, que no son excesivamente elaboradas. La cocina central del hospitality es una plataforma logística en la que podemos producir todo».
Actualmente, Dorna ha impuesto una serie de restricciones de acceso al paddock de MotoGP como consecuencia de la pandemia, con lo que se ha reducido notablemente el número de comensales que acceden a los hospitalitys: «Con estas restricciones el paddock ha cambiado mucho y tenemos menos comensales. Al hospitality de Repsol acude una serie de invitados acreditados por Repsol y la prensa, lo que supone unos 250 o 300 comensales para el fin de semana. Antes eran, aproximadamente, unos 450», nos indica Javier.
¿Qué se necesita para que todo funcione?
En el hospitality de Repsol trabajan doce personas, además de algún industrial que esporádicamente se dedicada a temas técnicos. Se utilizan tres trailers: uno que es el hospitality en sí y además es la cocina, donde incluso hay una sala de juntas y oficina; un camión de apoyo que actúa de generador, aire acondicinado, etc; y un tercer camión de carga, donde va toda la estructura, el mobiliario y todo el material de catering. Estamos hablando de camiones que, con su cabeza tractora, tienen una longitud de 16,5 metros, nada menos. Así que mover unos vehículos de estas dimensiones siempre conlleva una importante planificación.
El trabajo de desplazamiento, montaje y desmontaje del hospitality requiere también un ejercicio de logística muy preciso. «Solemos llegar al circuito en la tarde del domingo anterior a la carrera. El lunes el IRTA nos da la entrada, nos indica nuestra ubicación, y allí nos situamos y empezamos con el montaje. Hay que colocar y nivelar las tarimas, que son el suelo del hospitality, y el martes lo dedicamos a instalar la carpa. El miércoles colocamos el mobiliario y dejamos ya todo listo y acabado, y el jueves preparamos el catering, para ya dar el servicio de viernes a domingo. Y cuando toca desmontar, ya empezamos el mismo domingo para terminar el lunes y poder estar listos para viajar el martes».
Desplazarse a todas las citas europeas del Campeonato, implica un complejo trabajo de logística, especialmente cuando se dan citas consecutivas. «En este caso cambia absolutamente todo. El desmontaje se tiene que acabar el domingo, de madrugada, hasta la hora que sea, porque los camiones tienen que estar listos para rodar el lunes. Eso implica también duplicar el número de chóferes, para tener conductores de refresco. Es extremadamente complejo y arriesgado, porque siempre trabajas al límite con el tiempo». Un «back-to-back», como se suele llamar en el argot a las carreras consecutivas, además supone que hay un día menos para trabajar. «Esas carreras a veces nos obligan a realizar un verdadero alarde logístico, como cuando fuimos a Turquía, que implicó transporte por carretera, varios ferries, etc», nos explica Javier.
Toda esta organización hace del hospitality de Repsol uno de los más alabados de todo el paddock, un lugar en el que incluso Karlos Arguiñano ha destacado sus numerosas bondades.