Año 2153. Es momento de dar un vuelco al Mundial de Motociclismo explorar otros confines del universo. Tras muchas pruebas, tras muchas dudas y nervios, los pilotos competirán por primera vez en la Luna. ¿Pero qué tipo de motos usarán? ¿Valdrán las mismas que en la Tierra? Y el mono, ¿les hará falta uno de corte espacial? A continuación, algunas cuestiones sobre las posibilidades reales de ir en moto en la luna.
Empezaremos por resolver la llegada de los equipos a nuestro querido satélite. Nos hará falta un buen puñado de cohetes logotipados. El nuestro, el del Equipo Repsol Honda, lo podríais reconocer fácilmente por el color naranja: mecánicos, herramientas, motos y pilotos se subirán a la nave para alcanzar lo que se conoce como velocidad de fuga. Nada que ver con la huida después de asaltar un banco: es el nombre que se da a la aceleración necesaria para que el planeta no te atraiga de vuelta al suelo cuando intentas abandonarlo. Tras alcanzar los 40.320 kilómetros por hora, podremos salir de la Tierra en dirección a la Luna. No tiene pérdida, es el punto más grande en el horizonte. Cuidado con confundirse con el Sol.
¿Pero es posible ir en moto por la Luna?
Una vez instalados en el satélite, es hora de salir a rodar sobre el circuito debidamente acondicionado sobre el firme lunar. ¿Pero es posible ir en moto por la Luna? Es posible, pero no con las motos que usamos en nuestro planeta porque falta un elemento imprescindible para que puedan funcionar sin problemas: oxígeno. El motor de combustión no funcionaría ahí arriba. Por tanto, deberemos competir con una máquina adaptada a las circunstancias.
Ahora quizás te vengan a la cabeza un montón de películas de ciencia ficción en las que aparecen vehículos y naves capaces de moverse por el espacio como Pedro por su casa. Con mayor o menor fortuna, marcan el camino sobre cómo debería ser nuestra moto para poder participar en el GP de la Luna. Para poder dar aceleración a la moto, deberemos desarrollar un motor a reacción, o de propulsión a chorro, que quizás suena fatal, pero se trata de expulsar parte de la masa de la nave para que avance en dirección opuesta. Podríamos apostar por un motor eléctrico, pero la falta de resistencia a tanta velocidad nos dejaría sin frenos en muy pocas vueltas. Por eso necesitamos un sistema que nos ayude a compensar las fuerzas.
Habréis visto más de una vez a los astronautas en el interior de la Estación Espacial Internacional. En gravedad cero, suelen impulsarse con las paredes del módulo para poder avanzar y maniobrar. Su fuerza de empuje les permite avanzar en dirección contraria al impulso. Pero ojo, si en el otro lado no hay otro agarre y se encontraran en medio del espacio, les sería imposible retroceder porque no encontrarían un punto de apoyo capaz de detener su velocidad constante. Y aquí no les valdría hacer el gesto de nadar a braza contra la corriente…
En el fondo, se trata de aplicar la tercera ley de Newton, que dicta que por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, este realiza una fuerza de igual intensidad, pero en sentido opuesto. Eso es precisamente lo que hacen las naves del cine con los chorros: un poco por aquí y otro poco para allá para compensar la potencia y poder fijar la dirección correcta.
Esto obligaría a diseñar una moto completamente distinta a la que estamos acostumbrados en los Grandes Premios del Mundial de Motociclismo. Porque si normalmente vemos un escape, aquí tendríamos que llenar la máquina de sistemas de propulsión para que el piloto pudiera trazar las curvas. Ya no serían tan importantes las tumbadas que permiten mantener una gran velocidad en los giros, puesto que la gravedad es muy inferior. Para hacernos una idea, los cuerpos en la Luna pesan solo un 16,6% de lo que marcan en una báscula en la Tierra.
MotoGP en la Luna: un acontecimiento único
El proyecto sería un auténtico desafío tecnológico, por todos los cambios que necesitaría la moto, pero también a nivel de pilotos, cuyo manejo de la máquina tendrá que ser mucho más quirúrgico que físico. El control de las curvas vendría dado por el dominio de esos chorros que permitan compensar la velocidad y girar la moto. Claro que ayudaría el empuje con el cuerpo, pero para no pasarse de frenada, la clave es el equilibrio de la inercia.
Lo más habitual en este GP sería que los pilotos sufrieran constantes salidas de pista, con la suerte de que serían menos aparatosas por la escasa gravedad que facilitaría que pudieran regresar al circuito sin graves destrozos. No sería recomendable que se pegaran mucho en las rectas los unos a los otros, ya que el nuevo diseño de las motos, con escapes por todas partes, podría sufrir serios daños si se produce algún roce entre máquinas. No lo hemos mencionado, pero a todo ello deberíamos añadir un traje lunar con bombonas de oxígeno y un casco mucho más aparatoso que el que se usa en el campeonato. Estamos hablando del año 2153, así que es de suponer que la tecnología habrá avanzado y podrán lucir una equipación adaptada a las circunstancias, sin tener que moverse como un gigantesco muñeco de Playmobil.
Antes os hemos comentado que los equipos podrían apostar por la energía eléctrica para dar potencia a las motos. Ese fue precisamente el sistema que se instaló en la moto que a finales de los años 60 del siglo pasado estaba destinada a rodar por la luna en una de las misiones de la Nasa. La motocicleta, muy parecida a una Honda Z50, de reducido tamaño y neumático ancho, se probó en condiciones de ingravidez y debía usarse en el satélite para dar mayor agilidad a los astronautas en sus paseos por la superficie lunar. El motor eléctrico daba tracción a la rueda trasera y la velocidad era muy reducida. Años más tarde se probó con una Honda CT90, más robusta, pero la agencia espacial de Estados Unidos acabó por abandonar aquel proyecto porque llegó a la conclusión de que los vehículos de cuatro ruedas eran mucho más efectivos que las motos para explorar el universo. Quizás sean más efectivos, pero seguro que no son más divertidos.